Después de pasar a la vista de todos, detuvo el carro de guerra delante del centro de la falange, envió a Pigres, el intérprete, a los generales griegos y ordenó que adelantaran sus armas y que toda la falange atacara. Ellos dieron estas órdenes a los soldados, y cuando sonó la trompeta, poniendo por delante las armas, iniciaron el avance. Pronto, al avanzar con mayor rapidez y con griterío, se produjo espontáneamente en los soldados una carrera hacia las tiendas, y hubo un gran espanto entre los bárbaros; la cilicia huyó en el carruaje cubierto y los del mercado, abandonando las mercancías, huyeron.